sábado, agosto 20, 2016

Jornalismo: De periodista a mesonero, la historia de un inmigrante venezolano en Aruba

"Aruba es la tierra de los contrastes, de la ilusión que no es tan ilusión". Así define Jefferson David Ramírez, venezolano de 27 años de edad, a la isla donde emigró, la happy island (como la llaman coloquialmente), buscando escapar de la inestabilidad venezolana. David, como lo llaman los clientes y conocidos de la isla, es nativo de Maracay, donde estudió y se graduó de periodista en la Universidad Bicentenaria de Aragua, carrera con la cual podía ganarse la vida: "Tuve mi productora, programas de televisión y de radio (...) tenía para hacer mi vida: un buen salario, un jefe influyente como Esteban Trapiello, que confiaba en mí y quería echarle pichón".
Pero una mala experiencia generó un vuelco en sus planes de vida. "Me secuestraron cuando estaba con amigo llevando a alguien a las 6:00 am. Fueron 8 horas de mi vida secuestrado. Fue ahí cuando dije 'ya'. Me afectó mucho emocional y psicológicamente", relata Ramírez. "O es el sueño de triunfar como periodista en tu país, o es tu vida", agregó. Al llegar a Aruba, David se dio cuenta de que emigrar a la isla feliz no es tan fácil como las personas piensan. "La gente que se viene para acá tiene una visión de que todo es fácil, pero no lo es. Tienes que pasar un tiempo como ilegal, conseguir el permiso, encontrar alguien que te firme, que es hallar una oportunidad legal de trabajo", explicó.
"Tienes que trabajar más duro de lo que trabaja un arubiano", dijo el mesonero, agregando también los problemas sociales a los que se enfrenta el venezolano en Aruba: "En este momento hay un problema de xenofobia y de no tolerancia contra los venezolanos". En su caso, el oriundo de Maracay explica que él tuvo la oportunidad de encontrar trabajo como mesonero, el cual, según ilustra, "es uno de los mejores trabajos que puedes tener dentro de los escalafones laborales de Aruba, ya que el salario, más en propinas que en salario como tal, provee buenos beneficios económicos. Alcanza para no bajar tanto el estatus al que estás acostumbrado en Venezuela".
La llegada
El inicio no fue fácil para el graduado en periodismo. "Cuando yo llegué aquí, tenía una entrevista en el Marriott, así que me puse mi mejor pinta mentalizado que sería bartender en uno de los mejores hoteles de Aruba, comenzando desde las grandes ligas. El que me iba a entrevistar me dijo: 'Métete en el cuarto donde te hospedas, no salgas de ahí, no gastes dinero y regrésate a Venezuela, porque aquí no llevas chance'. Y él es primo de uno de los amigos con los que emigré a la isla, era nuestro contacto acá".
"Lo más difícil de Aruba creo que es el tema de estar legal acá. Tienes que pasar por un montón de filtros, y por la cantidad de inmigrantes que hay, se cierra mucho la oportunidad de que te firmen. Es casi imposible (...) Aquí por ley no está permitido otorgarle el permiso de trabajo a un latino para un puesto como el mío", aclaró. Para David, el proceso en sí fue engorroso. "Lo primero son dos meses de prueba, en los cuales te aprueban el inglés y debes trabajar como un burro para ganarte la confianza del patrón. Luego, te piden una salida y una entrada a la isla. De conseguir la firma, debes pasar por Labor —departamento regulador del mercado laboral arubiano— y conseguir su positivo. Yo tuve que pagar 4.000 florines (unos 2.252 dólares) para conseguir ese positivo", manifestó. Pero no se acaba con conseguir el beneplácito de Labor. "Después de eso, esperé un año dentro de un proceso en el cual no tenía seguro. Si salía de la isla se me cancelaba el permiso, si me agarraban los de inmigración me deportaban. Tus problemas dejan de ser los malandros y pasan a ser la policía", declaró el mesonero.
La ilusión desmontada
Hizo hincapié en que los venezolanos no saben lo que es emigrar a Aruba. "La gente que se viene para acá tiene una visión de que todo es fácil porque ganas en dólares y es un destino que está cerca de tu país, así que puedes ir a Punto Fijo un rato de visita. Pero al final es mentira: tardas 2 y 3 años sin poder volver a tu país", informó. Además recalcó que no todos corren con la suerte de él. "A mí no me ha dado tan duro como a otros: en 3 meses ya tenía algo. Aquí hay gente que tiene años y no posee permiso o está trabajando ilegal siendo prostituta o vendiendo droga".
"O trabajas o trabajas", como define David la mentalidad necesaria para lograr superarse en la "isla feliz". "Los venezolanos en Aruba están muriéndose de hambre porque solamente comen una vez al día. No tienen qué comer", agregó. También está el factor psicológico de trabajar atendiendo mesas. "Como profesional le cuesta a uno en el ego, porque no es lo mismo entrevistar a Norkys Batista o cubrir una pauta con Caterina Valentino a verlas aquí y llevarles el pan", confesó, rememorando sus días ejerciendo su labor periodística.
Otra variable para tomar en cuenta cuando sé es inmigrante en un país es el cambio de estatus. Según Ramírez: "Te agobia mentalmente, sobre todo cuando uno viene de una sociedad como la venezolana. En el mundo es normal que alguien sea mesonero, pero en Venezuela, como en teoría todos tienen acceso a la educación, tu mamá no va a querer que salgas con una mesonera. Siempre te pregunta: '¿Y qué estudia?'. Es parte de la idiosincracia del venezolano". Recordó la meta que lo llevó a emigrar específicamente a Aruba, y cómo sus planes cambiaron con el paso del tiempo. "Yo llegué aquí queriendo trabajar un año, reunir dinero e irme a España, a la Universidad Carlos III. Hacer un máster y quedarme allá, siendo periodista y haciendo lo que me gusta. Pero aquí a uno se le va la vida en gastos", expresó. Y aunque no le va mal, David no hubiera emigrado a Aruba de saber todo por lo cual tenía que pasar para llegar donde está. "Ni a tiros me hubiese venido a Aruba sabiendo lo que sé ahora (...) Mucha gente me dice '¿y cómo hago para irme a Aruba?'. Yo respondo: 'No te vengas" (El  NACIONAL)

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