terça-feira, junho 25, 2013

Las excentricidades más íntimas de Kim Jong-il, reveladas por su cocinero



Li no ABC que "el japonés Kenji Fujimoto afirma que el difunto dictador tenía un ejército de esclavas sexuales y gastaba 700.000 dólares al año en coñac. Poco, muy poco se sabía de la vida diaria de los gobernantes de Corea del Norte, el país informativamente más cerrado del planeta. Hasta ahora: el chef de sushi japonés Kenji Fujimoto ha desvelado todos los secretos de Kim Jong-il, el padre del actual dictador norcoreano Kim Jong-un, en una entrevista concedida al ganador del premio Pulitzer Adam Johnson. Fujimoto —pseudónimo—, relata en la entrevista (publicada en la revista GQ) que permaneció durante doce años junto al dirigente norcoreano, con el que llegó a trabar algo parecido a una amistad (pese a que intentó asesinarle en al menos una ocasion, al sospechar que le había traicionado).  Gracias a su posición privilegiada, a la que accedió tras haber conocido a Kim Jong-il durante un primer viaje al país asiático en 1981 en el que el dictador, fallecido en 2011, se encaprichó de él, el cocinero fue testigo de los desmanes de la casta dirigente del país entre 1988 y 1999. Durante ese período al menos dos millones de norcoreanos murieron de hambre. Kim Jong-il vio en el un excelente confidente, ya que no conocía ni el idioma ni las complejas tramas políticas del país asiático. Además, compartía en gran medida los extravagantes gustos del dictador. Así, Fujimoto acompañó al hijo de Kim Il-Sung en numerosas juergas, que llegaban a durar varios días, y también mientras veía su extensísima colección de cine norteamericano —llegó a atesorar más de 30.000 películas—, además de servirle como chico de los recados —volaba por todo el mundo para satisfacer sus deseos culinarios más extravagantes, y como cuidador de sus hijos, Kim Jong-chul y Kim Jong-un, el actual caudillo norcoreano.
A Pekín por una hamburguesa
El chef se encargaba de la alimentación de Kim Jong-il, lo cual incluía frecuentes viajes por todo el mundo para abastecer su despensa de los productos más caros y selectos. Como parte de su trabajo, Fujimoto se desplazaba a Irán a comprar caviar, a Tokio para adquirir pescado o a Dinamarca para aprovisionarse de cerveza. También viajó a Francia en numerosas ocasiones para reponer la muy frecuentada bodega del dictador: según él, gastaba 700.000 dólares anuales en coñac.  Sin embargo, el viaje más disparatado fue cuando al caudillo norcoreano, paradójicamente amante de los productos norteamericanos, se le antojó una hamburguesa de Mc Donald's: el régimen fletó un avión de Air Koryo, la aerolínea oficial del país —y la peor del mundo, según los ránkings internacionales— únicamente para trasladarle a un restaurante de comida rápida de Pekín.
Además, sus manías culinarias llegaban hasta el extremo de exigir que el arroz que comía fuera inspeccionado, grano a grano, por un equipo de 200 personas para evitar ser envenenado y que se filtrara algún grano defectuoso. El cereal debía ser cocinado con madera traída expresamente del monte Paektu, una de las montañas sagradas de Corea del Norte.
Un ejército de jovencitas para satisfacerle
Según el testimonio de Fujimoto, Kim Jong-il mantenía una animada vida sexual... a costa de decenas de esclavas sexuales a las que forzaba. Durante el primer viaje del cocinero al norte de la península coreana, en 1981, los guardaespaldas del líder coreano se dedicaban a secuestrarlas en países como Tailandia o China. Sin embargo, esta práctica era arriesgada y desataba las iras de la diplomacia de los países afectados, así que en 1988 el caudillo norcoreano creó un cuerpo especial de jovencitas de menores de dieciséis años a las que adiestraban para satisfacerle: las kippumjo o «Joy division» (División de la diversión). Las kippumjo eran enviadas a Taiwan o Hong Kong para recibir cursos especiales sobre masajismo y nadie, salvo el propio Kim Jong-il, podía tocarlas.
Borracheras de órdago
Además, el líder norcoreano celebraba continuas fiestas en las que el alcohol, procedente de la bien surtida bodega que tenía en un búnker de Pyongiang —donde guardaba más de cien mil botellas— fluía a raudales mientras los invitados jugaban al bacará, un juego de cartas similar al black jack.  En ellas los desmadres eran frecuentes: al dictador le gustaba practicar peligrosos juegos con armas de fuego, además de afeitar la cabeza de sus invitados cuando se emborrachaban. En la boda de Fujimoto con una famosa cantante norcoreana —a la que Kim Jong-il obligó a casarse con él—, el líder norcoreano aprovechó la borrachera del cocinero para raparle los testículos, a modo de particular regalo nupcial.
Pasión por el cine norteamericano
Kim Jong-il era un auténtico enamorado del cine estadounidense. Según Fujimoto tenía una colección de más de 30.000 películas de Hollywood, de las cuales sus favoritas eran las protagonizadas por Arnold Schwarzenegger, las cuales solía ver con Fujimoto.
«Protegedme como los del Servicio Secreto en las películas», exigió
En una ocasión, el dictador llegó a cambiar su seguridad personal tras visionar la cinta «En la línea de fuego», en la que Clint Eastwood ejerce de guardaespaldas del presidente norteamericano. En la escena en la que Eastwood corre junto a la limusina presidencial. Kim Jong-il paró la película, se levantó y gritó a su guardia personal: «así es como quiero que me protejáis, como lo hacen los agentes del Servicio Secreto de las películas». Además, el dictador era seguidor habitual de los programas de cocina. Su favorito era «Iron Chef», y cada vez que Fujimoto viajaba a Japón, le traía los últimos capítulos en VHS, que después comentaba con él.
Nombre impronunciable
Cuando llegó por primera vez a Corea del Norte, en 1981, Fujimoto cuenta que tardó días en saber que estaba trabajando para el líder norcoreano «porque nadie se atrevía a pronunciar su nombre». Según él, todos le llamaban «Jang-gun-nim», que significa «querido general».El sumo respeto con el que todos trataban al dictador era una constante, hasta el punto de que nadie osaba llevarle la contraria. El propio Fujimoto cree que, en parte, el haberle caído en gracia a Kim Jong-il se debe a que en una ocasión, al poco de conocerle, osó rechazar un sobre repleto de dólares norteamericanos que éste le tendió. «El traductor me dijo que estaba loco», explica.
Piscina de oro
Otra de las extravagancias del general fue ordenar la construcción de una piscina olímpica subterránea a prueba de misiles en la ciudad de Wonsan, la segunda más importante del país, situada en el sureste. En el fondo de la piscina King Jong-il ordenó dibujar su efigie con teselas de oro. Además, para evitar cansarse al nadar, el dictador ordenó a sus ingenieros que le construyeran una lancha motorizada"