"Dirán que Café Steiner esta “Germanobsesionado”
(véase últimas entradas sobre Alemania) pero, sin duda, con la posición
tan central que tiene Berlín en esta crisis, tanto para bien como
para mal, es difícil evitar centrar el foco de atención en Alemania. Es por esa
razón que desearía llamar la atención de los lectores de Café Steiner sobre el
término “Germanofobia”, que está comenzando a extenderse (véase por
ejemplo la reciente entrevista en Der Spiegel con el historiador
británico Brendan Simms a raíz del artículo de este en The New
Statesman sobre “El problema alemán o este programa de la televisión francesa,
France2, dedicado monográficamente a la cuestión tras la
polémica provocada por la acusación del PSF a Alemania de "intrasigencia egoísta").
En todo conflicto político, ideológico o económico, el lenguaje es
importante. Por eso me parece relevante que, desde Alemania, se despachen las
críticas hacia la política de Merkel con la acusación de “Germanofobia”. ¿Es
esta acusación cierta, o se trata de una argucia que pretende evitar un
debate político que produce incomodidad? En mi opinión, se trata más de lo
segundo que de lo primero. ¿Por qué?
Sin quitar importancia y gravedad a
las comparaciones con el nazismo, la aparición de esvásticas o
las comparaciones de Merkel con Hitler, creo que no podemos hablar de
“Germanofobia” sólo porque se critique, aunque sea de forma excesiva, injusta e
incluso cruel la posición de Alemania. Puede que me equivoque, invito a los
lectores a debatir, pero en mi opinión, la fobia hacia cualquier grupo humano
exige y/o supone un sentimiento de superioridad racista, es decir
implica una afirmación de la inferioridad cultural, genética o étnica
del grupo criticado así como la imposibilidad de un trato “normal” con ese
colectivo.
La “islamofobia”, por
ejemplo, predica que los musulmanes son, como mínimo, unos pobres ignorantes, y
como máximo, potenciales terroristas. Judíos, gitanos, homosexuales y
otros grupos han experimentado a lo largo de la historia, y desgraciadamente,
todavía lo hacen, lo que significa que un colectivo sea odiado por una serie de
características personales, sean religiosas, étnicas o culturales. La pregunta
es, ¿se critica a Alemania, las políticas de Merkel (o su ausencia), o a los
alemanes? Y si se hace, ¿sobre qué parámetros se hace? Parte de la respuesta
está en la encuesta que el Pew Center
acaba de publicar describiendo a la UE como “El enfermo de Europa”. Excepto en
Grecia, en los otros seis países, además de Alemania, que forman la muestra
(Reino Unido, Francia, Italia, España, Polonia y la República Checa), los alemanes
son considerados la gente en la que más se puede confiar. Vale que en
cinco países (incluyendo España) los alemanes también son considerados los “más
arrogantes” y en seis los “menos compasivos”, pero también es cierto que los
franceses desconfían más de Grecia que de Alemania y se consideran a sí mismos
los más arrogantes (algo en lo que los alemanes y británicos coinciden)
mientras que los españoles desconfían más de los italianos que de los
alemanes. No son datos que nos permitan establecer certezas matemáticas, pero
creo que para hablar de Germanofobia, necesitaríamos primero que la opinión
mayoritaria fuera que los alemanes son malvados o bien inferiores, y ninguna de
las dos cosas parece evidente por el momento.
El verdadero
problema que pone de manifiesto el estudio de Pew es la sima de percepciones
que se ha abierto entre Alemania y el resto de los países. En Alemania y a
los alemanes las cosas les van razonablemente bien. Un 75% de los alemanes
piensa que las cosas van bien, frente a una media del 9% en la UE y un 74%
piensa que Merkel lo está haciendo bien, frente a sólo un 26% en el
resto de países que piensa que sus líderes están a la altura. Así que, mientras
los ciudadanos del sur, incluyendo Francia se muestran totalmente pesimistas
acerca del futuro, se encuentran profundamente deprimidos y ven a sus
líderes como unos incapaces y sus democracias vaciadas de contenido, en
Alemania nadie parece percibir un problema de liderazgo ni de déficit
democrático (su Parlamento examina con detalle cada decisión europea del
Gobierno). Esa desconexión entre electorados hace que la crítica que viene
desde fuera sea percibida como extraña e injusta. Es evidente que, de
profundizarse y sostenerse en el tiempo, las actitudes hacia Alemania se deteriorarán,
pero no parece que en estos momentos se pueda calificar la crítica a Alemania
como germanofobia" (texto
de José Ignacio
Torreblanca,
El País, com a devida vénia)