sexta-feira, abril 29, 2011

El régimen sirio no quiere periodistas

Segundo o jornalista do El Mundo, Mónica G. Prieto, "del periodista argelino Zine Cherfaui, enviado para cubrir las protestas sirias por el diario 'El Watan', no había noticias desde el pasado jueves. Fue retenido en el aeropuerto internacional de Damasco por las autoridades, y desde allí transferido a un hotel cercano a la espera de ser deportado, en teoría este domingo, a Argel. Es el último ejemplo de la escasa devoción que siente el régimen damasquino por la prensa internacional y de sus esfuerzos por ocultar el calibre de la represión de las fuerzas de Seguridad contra las manifestaciones, inéditas desde que Bashar Asad llegara al poder.
La prensa local lo tiene aún más difícil: es sometida a censura, a la espera de una ley de prensa prometida por la presidencia que no parece llegar nunca, y cualquier intento de admitir el calibre de las revueltas es castigado, como demuestra la destitución de la redactora jefe del diario gubernamental 'Tchrine', Samira al Massalma, quien ha sido cesada tras admitir, en declaraciones a Al Jazeera, que "podría estar habiendo una violación de las consignas" por parte de la policía de ser cierto que ayer abrieron fuego contra los manifestantes. Según testigos, han vuelto a disparar en Daraa, esta vez contra los cortejos fúnebres de la larga veintena de víctimas.Aun así, el caos informativo reina en Siria. Son pocos los informadores que han obtenido visados de entrada en el país. El proceso, habitualmente lento, es ahora de duración indefinida. Los que ya se encontraban en el país árabe cuando comenzó la incipiente insurrección han encontrado serios problemas para mantenerse allí -en el caso de Jaled Yacub Oweis, el jefe de la oficina de Reuters en Damasco desde 2006, fue expulsado hace días por el Ministerio de Información sirio, como les ha ocurrido a otros colegas- si bien la mayoría han sido expulsados. "Nos llamaron y nos dieron 45 minutos para marcharnos", explica a ELMUNDO.es un fotógrafo árabe empleado en una agencia internacional de prensa. "La razón fue que mi compañera había escrito en su artículo que miles de personas habían salido a la calle en Daraa”. El régimen minimiza drásticamente las cifras de asistentes a las marchas. Tras los primeros días de completa negación de los hechos en los medios oficiales, ahora da una particular versión de lo que está ocurriendo en las protestas: alega que los manifestantes son bandas armadas, identifica a las víctimas mortales como agentes de Seguridad y alega defensa propia para explicar el uso de munición real contra la población. El citado fotógrafo, que prefiere no ser identificado ya que está a la espera de un nuevo visado solicitado a las autoridades sirias, fue uno de los primeros en acceder a Daraa, la ciudad sureña donde comenzaron las protestas tras la detención de una quincena de escolares que hicieron una pintada exigiendo el final del régimen. El viernes, más de 20 personas fueron asesinadas allí: según la agencia oficial SANA, las víctimas son policías abatidas por hombres armados; según los activistas y los testimonios recabados por los periodistas entre vecinos y participantes, no cabe duda de que son civiles los abatidos. "Puedes creer a los manifestantes cuando hablan de cifras de participación y de la violencia policial. Lo pude ver con mis propios ojos, pero no me permitieron tomar fotos. En cinco días me confiscaron cuatro veces mis cámaras. En Latakia me golpearon de forma feroz, incluso con espadas, los seguidores de Assad y agentes de civil", prosigue el citado fotógrafo. "No quieren periodistas", insiste.
Sin datos de las manifestaciones
Sin presencia de informadores o con contados periodistas, por tanto fácilmente controlables -France Presse sigue manteniendo su oficina abierta, y Al Jazeera y la BBC también tienen presencia en el país pero con enormes restricciones de movimiento- resulta más fácil controlar la información. Cada convocatoria de protestas, las ciudades más combativas -Daraa, Duma- amanecen con las comunicaciones telefónicas colapsadas -la compañía telefónica depende del régimen- y sin conexión a internet. Puestos de control policiales impiden la entrada a los informadores que traten de acceder sin permiso y de esa forma se intenta garantizar que lo que ocurra durante y tras la manifestación no salga de allí. Pero el apagón absoluto es imposible. Los móviles están sirviendo a la población para grabar vídeos caseros de la represión, de los cadáveres, incluso de los francotiradores -policías de civil, según los activistas, terroristas armados según el Gobierno sirio- que abren fuego contra la multitud. Y esos vídeos terminan en YouTube: no sólo existen formas de contornear el apagón informativo -en las redes sociales circulan manuales de todo tipo para lograrlo- sino que además en las zonas fronterizas, como la propia Daraa, cerca de Jordania, es posible conectarse a servidores de los países próximos en lugar de los sirios. Los ciudadanos sirios llevan una década sorteando la censura impuesta en internet, y el resultado de su experiencia se ve en páginas como el Centro de Información sobre el Levantamiento Sirio 2011, un grupo de Facebook donde se suelen descargar vídeos de las protestas grabados por los protagonistas. Eso y las tarjetas telefónicas jordanas o libanesas -los ciudadanos que suelen viajar por la régimen conservan tarjetas SIM muy útiles en esta situación- permiten a los periodistas expulsados o a quienes no son bienvenidos en Siria hacerse una idea de lo que ocurre en el interior. Porque es poco probable que el régimen permita en el futuro el acceso a los informadores, a quienes responsabiliza de exagerar la magnitud de las protestas y así cooperar en la 'conspiración' contra Damasco. Como recuerda el citado fotógrafo, "ya lo dijo Bashar Assad en su discurso: los periodistas estamos mintiendo".

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